Escrito por Coral Casallarch •
Publicado el 17 junio 2020
Y me dijo: “Cuando sea mayor no le podrás decir tantas veces que es guapa”. Ya, porque cuando empiece a hablar e ir a la escuela sólo dirá ¡soy guapa, soy guapa!, ¿no? Pero claro, también le estoy diciendo la verdad. Para mi, ella es preciosa. Y lo es. No sólo lo digo yo. Lo dicen muchos. Ella se durmió, mirándome con sus enormes oscuros ojos. Aún es muy pequeña, siete meses, y sólo habla con sus grandes y expresivos ojos negros. Y, así, mientras ella se dormía, terminó la conversación con mi madre.
A partir de aquí me planteé que ¿Cuántas veces podemos decir la verdad?, o ¿Hasta cuantas veces podemos decir nuestra verdad?, ¿Hasta qué edad podemos decir palabras bonitas? o ¿Cuántas veces podemos decir lo que sentimos?, ¿Tengo que regular los halagos?, ¿Por qué tengo que dejar de decirle que es guapa, si lo es?
Cuando nacemos todos somos iguales. No tenemos miedos, no tenemos dudas, no sabemos que es lo bueno ni que es lo malo… en definitiva, que somos, podríamos decir, neutros. A medida que vamos creciendo es cuando nos vamos formando, aprendiendo, desaprendiendo y viendo la realidad.
Y yo me pregunto ¿por qué tiene que haber un límite de veces para decir cosas positivas? No debería, pienso. Estamos en una época en la que predominan los mensajes para ser, o aprender a ser, optimistas, felices, alegres… se han creado muchas empresas expandiendo “el buen rollo”, la motivación… y… ¿por qué yo a un bebé tengo que dejar de decirle cosas bonitas?
Entiendo perfectamente porqué mi madre me dice que a medida que vaya creciendo deje de decirle tantas veces por minuto que es preciosa. Pero a raíz de esta conversación me vino a la cabeza que los humanos por un lado “vendemos” positivismo, buen rollismo, felicidad, amor, palabras bonitas… nos compramos una taza, una libreta, un bolígrafo con mensajes positivos, no obstante en persona, en vivo y en directo no nos decimos ni cosas bonitas a nosotros mismos, ni se las decimos a quien se las merecen (es decir, todos).
Presumimos de haber regalado una taza que pone ¡A la mamá más bonita del planeta! No obstante, ni cuando se la regalamos le decimos lo mucho que la queremos, lo genial que nos parece, lo única que es para nosotros… Le regalamos una libreta a un amigo que en la portada está escrito ¡Para el mejor amigo del mundo. Me respaldas en los buenos y en los malos momentos! No obstante, no le hemos dicho en 30 años lo mucho que le queremos.
Hablamos a través de tazas, de libretas, de bolis… QUE ME PARECE ESTUPENDO y me encanta. Pero, ¿no creéis que todo lo bonito que nos transmite esta persona se lo tendríamos que decir en persona? Las tazas son preciosas, y nos encantan, pero las palabras que saldrán de nuestro corazón aun lo serán más.
La taza tiene que ser para que esta persona, cuando la vea, se acuerde de ti y de todas las palabras bonitas que le dijiste el día que se la regalaste.
La taza es el coche. Las palabras son la gasolina. Periódicamente tenemos que llenar el depósito para poder continuar. Cuando nos apetezca, tenemos que decirnos palabras bonitas. Siempre son bien recibidas. ¿Conoces a alguien a quien no le guste que le digan cosas bonitas? (Los hay. Ya sea por baja autoestima, desconfianza, cuestiones culturales…) Pero en general a todos nos gusta recibir halagos.
Aceptarlos y dar las gracias por haberlos recibido no te convierte en una persona arrogante, con enorme ego, creída… Es sencillamente aceptar la realidad y los sentimientos de la persona que te lo está diciendo. Si me seguís y habéis leído la Historia de Mariana ), habréis visto que cuando una persona no está bien consigo misma y le dicen un cumplido, lo que siente es que se lo están diciendo para ser amables o porque sienten lástima por la persona. Pero en el fondo de nuestro corazón, cuando recibimos un halago, puede alegrarnos el día. No tenemos que desconfiar que detrás de este halago vendrá una petición de favor, por ejemplo.
Leí una reflexión que decía que la manera en que reaccionamos ante un halago (o insulto) dice más de nosotros que el comentario que nos hacen. Y si lo pensamos un momento es totalmente cierto.
Todos los cumplidos hacen que nos sintamos mejor. Tanto si vienen de fuera como de dentro. Yo, desde hace un tiempecito, cuando estoy en el baño lavándome la cara, por ejemplo, me miro al espejo y me digo cosas bonitas. Si no lo habéis probado nunca, os lo aconsejo. Tengo que decir que la primera vez que lo hice sentí vergüenza. Pensaba ¿qué estás haciendo, Coral? Y me reí. ¿Te has quedado alguna vez mirándote fijamente a los ojos? ¿Qué ves?, ¿Te reconoces?, ¿Qué sientes?, ¿Qué te dirías?, ¿Qué te gustaría que te dijeran? Tú y nadie más que tú puede hacerte sentir halagado. Tú eres tu mejor halagador. De corazón os aconsejo que, aunque sea una vez, vayáis al baño, o donde sea que tengáis un espejo, y os miréis directamente a los ojos. ¡Ah! ¡Y decirlas cosas en voz alta es mejor!
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Si quieres puedes ir ahora… dejo un espacio… de verdad, de corazón, es una sensación muy bonita. Aunque tú seas tú, creo que no te has mirado como deberías hacerlo. Ahora es un buen momento para mirarte a los ojos. Pero mirarte de verdad. No observarte mientras te lavas los dientes… M I R A R T E como dirigir tú vista hacia ti y fijar atención en ello.
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Ve…
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Te lo aconsejo de verdad…
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Mírate…
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¿Cómo ha ido?, ¿Te ha gustado la sensación?, ¿Qué has sentido?, ¿Te has reído?, ¿Te has reconocido?, ¿Te ha gustado mirarte?, ¿Te has dicho cosas bonitas? ¿Qué te ha salido del corazón? Sea lo que sea lo que te digas o digan, cuando las palabras son sinceras y salen del corazón, no hay quien las pare.
Para concluir, decir que las respuestas a las preguntas que me hacía al principio son que siempre podemos decir la verdad, que no hay límite para decir nuestra verdad, que no hay edad para decir palabras bonitas, que siempre podemos decir lo que sentimos, que no tengo que regular los halagos, que no tengo que dejar de decirle que es guapa cuando empiece a hablar… porque son palabras de verdad, son palabras sinceras, amables, agradables, bonitas, porque son palabras que salen del corazón… y yo seguiré regalando tazas y seguiré expresando los sentimientos en voz alta.
Hoy, para terminar, lo haremos con una cita de la Biblia que dice “Traten a los demás como ustedes quisieran ser tratados” Mateo 7:12 (Nuevo Testamento)
Gracias, gracias y gracias. ¡Feliz semana y hasta el jueves! ¡Hazte feliz siendo halagado y halagador!
Coral💋